lunes, 25 de octubre de 2010

Me educo para educar ¿me ayudás a educarnos?

Acá vengo una vez más, esta vuelta a escribir sobre un tema muchas veces hablado, debatido, ensalsado y recordado... las mismas veces que se lo ha callado, censurado, rebajado y olvidado. Si, voy a hablar de educación.
A diferencia del aborto, sobre el que versé en la última publicación, aquí no hay tanta discordancia. Creo que todos, al menos de la boca para afuera, queremos una sociedad donde la educación sea principal preocupación del Estado. Y esto no viene de ahora, terminada la edad media las masas ya empezaron a reclamar, por lo bajo, una educación popular seria. ¿Cómo puede ser entonces, que aún hoy, en Argentina el nivel educacional sea paupérrimo? Las respuestas son muchas, y seguramente todas tengan algo de cierto. Por eso, esta ronda sólo nos voy a invitar a mirar hacia atrás para ver en qué nosotros, ciudadanos sin responsabilidades mayores, podemos luchar contra la precaria actualidad educacional. También, y como para no escribir eternamente, me voy a limitar a hablar sobre los estudios obligatorios y secundarios, es decir, los que hoy muchas veces resultan básicos.
No pretendo en este escrito sentar las bases del contenido curricular de las escuelas, para eso hay gente capacitada. Mas bien me propongo aquí encontrar la manera que tenemos nosotros, en especial los jóvenes, de tomar en nuestras manos la problemática en cuestión y hacernos cargo. No como una obligación, pues no soy tutor de nadie, sino como una invitación a todos aquellos que, como yo, pretenden vivir en un país donde la educación sea puerta a una mayor equidad social, y a todos los beneficios que ello implica en cuestiones de salud pública, seguridad y demás.
Para pretender instaurar un alto nivel de educación en nuestro país, entiendo que ante todo debemos hacer hincapié en nuestra propia educación. Y que se comprenda bien, no hablo aquí de carreras de grado o post-grado necesariamente, hablo de una educación profunda en lo personal y sobre cuestiones cívicas y sociales. Es decir, una educación humanitaria.
En este sentido, entiendo que hay ciertas materias en que debemos presionar, y son aquellas que nos convertirán en ciudadanos comprometidos o, al menos, honestos.
Ante todo, creo que es imprescindible educarnos en el manejo de la lengua. No con un fin artístico, sino puramente práctico. El arte de la palabra será, en todo caso, para el agrado de algunos. Pero es necesario lograr un buen manejo del idioma por dos cuestiones fundamentales. Primera, una buena capacidad de formulación es lo que nos permite una cabal comprensión: es sumamente complicado entender algo si no se lo puede expresar. Segunda, sólo un control preciso de la palabra hace posible un diálogo claro. Entonces bien, si pretendemos generar cambios sociales, primero debemos entender la realidad, y luego debatir los cambios. Por ende, es preciso que nos entrenemos en el arte de la lengua. ¿Cómo hacerlo? Leayendo. Leamos diarios, leamos revistas, leamos ficción, leamos la Constitución, leamos ensayos, leamos lo que tengamos ganas. Pero leamos si queremos conocer, y conocer más claramente.
Por supuesto que ésto no es suficiente. No basta saber usar las palabras para conocer. En el mismo sentido, con el fin de lograr comprender la realidad, es necesaria una actividad interna que conlleva dos partes. Hay que tener el valor de conocerse a uno mismo. Es decir, tenemos que ser valientes para situar la mirada en nuestro interior, ser valientes para aceptar lo que encontremos, y tener el coraje de cambiar aquello que no nos gusta. Todo esto implica auto-conocimiento, todo esto significa crecimiento personal. ¿Qué mierda tiene esto que ver con la lucha por la educación? se podrán preguntar. He aquí el sentido, sólo quienes luchen por algo que va más allá de las necesidades del ego interior, son capaces de resistir las tentaciones de ese mismo ego. Es decir, si no logramos estar en sintonía con nuestros instintos, si nuestra vida es un manojo de pasiones tirada al viento sin conocerse, siempre vamos a correr atrás de aquello que nos levante el ánimo. Caeremos en el vicio de la dialéctica con el único fin de acomodarnos. Hemos de tener un ánimo sereno para poder mantener una pelea constante durante el tiempo. Ya vimos sobrados ejemplos de estallidos momentáneos enterrados en el olvido. Son explosiones que buscan un poco de agua para saciar la sed del ego insatisfecho, y son las tentaciones que sólo mediante un crecimiento personal podemos evitar.
Tercer punto que siento imprescindible para esta pelea. Debemos entender que el voto y los impuestos no nos someten al Estado, sino que son ellos quienes someten al Estado frente a nosotros. Con los votos, los impuestos y nuestros derechos (los cuales es preciso conocer) en una mano, tenemos la fuerza moral de exigirle al Estado, nuestro empleado, que obedezca nuestras órdenes. Puede sonar un tanto romántico, y sí, lo es, pero ¿quién dijo que el romanticismo es ficción? Pues se equivoca. Nosotros los ciudadanos, tenemos el poder moral, y los funcionarios estatales lo saben. Todo político le teme a la opinión pública, y es hora de que seamos conscientes de que ésa es, nuestra opinión. El poder político le teme al pueblo, eso es así hoy, y fue así siempre. Todos sabemos que un pueblo sumiso es fácil de manipular. Por eso, para cambiar las cosas, antes hice hincapié en dos puntos que nos permitan a nosotros convertirnos en un pueblo activo y poderoso. El tercer punto es entonces, sabernos poderosos. Ahora bien, dije que tenemos los impuestos y los votos en una mano, pues en la otra (y con respeto a los mancos), tenemos el control de los medios de comunicación. Es un dicho popular que la prensa es el 4to poder estatal, es un dicho popular, y no carece de sentido. Los medios de comunicación tienen el poder de poner en la agenda pública ciertos temas, o no ponerlos. Así, por ejemplo, vimos como la gran mayoría de los medios se limitó a decirnos si las protestas de los estudiantes secundarios en capital, y los universitarios de la UBA, eran atinadas, molestas, o no. Pero ¿Cuántas presentaciones serias sobre la realidad edilicia de las instituciones vimos? ¿Cuántos balances de la inversión pública destinada a educación en las últimas décadas? ¿Cuántas entrevistas profundas a los representantes del estudiantado o los ministros de educación? Pocas, demasiado pocas. Ahora bien, ¿cómo solucionamos ésto? Aquí el método es más burdo. A la gran mayoría de los medios los guía un mismo indicador: el dinero. La guita se junta mediante publicidades y ventas directas, y las publicidades son caras cuando la gente las ve. Por ende, si la opinión pública exige ciertos temas en la agenda pública, los medios los van a terminar tratando. Entonces, es hora de que felicitemos a los medios que traten temas de fondo. Es hora de que puteemos a los medios cuando tratan a la educación como una noticia más. Es hora de que exijamos. Mandemos cartas de lectores, hagamos llamadas a las radios, a los programas de TV. Publiquemos en el facebook, charlemos con los amigos, movilicemos. El boca en boca es poderoso, y aunque tal vez un poco lento, la acción encadenada de charlas, manifestaciones, debates, cartas, llamadas, instaura temas en la cartelera. Sobran fuerzas dispuestas a manipular un pedido popular, ya sea para vender publicidad o juntar votos. Podemos ser piolas y utilizar nosotros ese manipuleo. Sin vender nuestro reclamo, solo utilizándolo para que el poder responda a su verdadero dueño: todos.

Al final de cuentas, no di ninguna solución, lo se. Es que la solución concreta no está en mis manos. Pero sí, nosotros, tenemos en las manos la posibilidad de exigir a aquellos que tienen las herramientas, que las pongan en movimiento para buscar soluciones. Exijamos soluciones, exijamos propuestas concretas, exijamos transparencia en la información. Pero, recordemos, para que nuestra exigencia sea persistente, tenaz y fuerte, sigamos educándonos, sigamos creciendo, y creamos en nosotros mismos.
Eso es todo por hoy. Gente amiga, y curiosos si los hay, saludos y hasta la próxima.

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