miércoles, 6 de abril de 2011

Censura en el Concejo Deliberante de San Isidro.


A las 13 de hoy un grupo de "simpatizantes" del actual intendente Posse y empleados municipales presionaron a los miembros de la Asamblea Barrial de Beccar, quienes se presentaron al acto de inauguración de las sesiones ordinarias del Concejo Deliberante de San Isidro.

La asamblea presentaba su reclamo: la articulación de una consulta popular vinculante para que los vecinos decidamos qué hacer con el predio del "viejo" Hospital de San Isidro, cuya venta, permitida e impulsada por el actual intendente, se encuentra trabada por el embargo de los bienes de quien la compró.

Yo me encontraba en el lugar como un vecino más, sin enarbolar ningún signo partidario ni hacer eco de partido alguno, simplemente apoyando una medida que me parece justa y necesaria. Allí fui testigo del maltrato que ejercían estos sujetos, empujando e incluso arrancando de las manos los carteles que levantaban señoras y señoritas, con la intención de que su reclamo pudiera ser visto por los medios de comunicación, los concejales, y también por el intendente.

Uno de los tantos tipos corpulentos que miraban cruzado a las mujeres con las pancartas (que con menos de 50cm x 50cm no significaban ningún tipo de obstrucción visual), murmuraba un verso inentendible que coronaba con un "le rompo la cabeza" claro y audible, otro presionaba al muchacho que estaba delante mío diciéndole "no vengas a hacerte el poronga acá", con una actitud desafiante que admito me dio cierto cagazo. No obstante salté en defenza del compañero, y para mi sorpresa no fui blanco de ninguna amenaza directa. Supongo que al verme rubiecito y plantado habrán bien interpretado que, de sufrir algún apuro, no iba a pensarmela dos veces antes de iniciar una demanda.

La situación era tensa, y todo el tiempo nos hacían notar que no eramos bienvenidos, incluso el encargado de seguridad, quien amenazaba con hechar del recinto a aquellos vecinos que se plantaban de manera tajante al patoteo, pero jamás dirigió siquiera un pedido de calma a los agresores que robaron y rompieron los carteles. Empujones, codazos, amenazas por lo bajo, robo de carteles, miradas temerarias.

A todo esto el intendente Posse seguía con su discurso, que paradógicamente hablaba de la integración de los vecinos, haciendo oidos sordos a la situación por todos presenciada. También remarco mi disgusto con los concejales, que dejaron seguir el acto conscientes de que ese patoteo dejaba en evidencia las artimañas del oficialismo, pero no atinaron a interrumpir el discurso del intendente, como si su palabra fuera más importante que la seguridad y la libertad de expresión de los vecinos. Los patoteros, cuando uno les llamaba la atención de que las camaras estaban grabando su accionar canallesco, se ponían la cara de hierro y pedían silencio para respetar la palabra de Posse. Como si el intendente fuera una persona que, por su investidura, merece un respeto mayor que el resto de los ciudadanos, quienes, al final de cuentas, somos los que le pagamos el sueldo. El intendente es un empleado público, es un empleado nuestro, merece el mismo respeto que nosotros que fuimos acallados, presionados, y arrebatados en el recinto que el precidía. Actitudes antidemocráticas que el avaló con su inacción.

Terminado el acto de apertura algunos nos quedamos un rato en el recinto para contestar las preguntas de ciertos concejales, quienes se acercaron con la intención de entender mejor cual era el disturbio. Aquellos patoteros mostraban su claro mal humor, pero salieron rápido para evitar ser identificados por los concejales. Ya afuera ahondaron en su apoyo algunos concejales, por supuesto que ninguno del possismo, y también miembos de otros partidos que no cuentan con representantes por ahora.

Dispersada la muchedumbre y pasado un rato empezó la sesión del Consejo. Allí distintos sectores de la oposición mostraron su repudio a los maltratos que sufrimos, y el oficialismo por supuesto hizo oídos sordos al respecto.

Más allá de la simpatía o no que puedan tener con el reclamo de la Asamblea Barrial de Beccar, digamos basta a la actitud permisiva del intendente Posse respecto de esos seguidores, censuradores y canallas. ¡No al maltrato en los recintos públicos! ¡No a la censura de los vecinos!

Juan del Pino.

martes, 5 de abril de 2011

Limitando militantes


"Corría el año 1967 y Luis ALberto Spinetta, junto a Emilio del Guercio -columna vertebral del grupo Almendra-, se habían acercado hacía no mucho a uno de los tantos espacios de militancia política del momento: Juventudes Políticas de la Emancipación Nacional (JAEN). Al tiempo hubo un plenario y uno de los temas punteados para discutir fue el consumo de sustancias prohibidas. La decisión del grupo fue que ningún cuadro político del espacio debía consumirlas. Spinetta arrastró la silla, se puso de pie, y se encendió un porro."  (Revista thc Nº37 marzo 2011 - "Porro en los 70")

Más allá de rescatar la genial rebeldía del flaco vengo a plantear un interrogante que se presentó en aquella clandestina reunión del JAEN y se presenta hoy en toda la flamante, y no tan, militancia nacional ¿Hasta qué punto debe uno/a aceptar la línea del partido o su líder político?

Me llama la atención este fenómeno en muchas de las fuerzas políticas, aunque sin dudas me deja estupefacto el caso del kirchnerismo. El nivel de adhesión total que genera Cristina Fernandez en sus seguidores y seguidoras es comparable con lo que se ve en la bombonera con Riquelme, o hace un tiempo con Ortega en el monumental. "Yo soy de Cristina" suelen decir, "Yo soy soldado del pingüino", cantan. Por supuesto este apoyo enfático es para ellos motivo de orgullo. El que más canta, el que más la banca a Cris, es el mejor militante k, es el mejor amigo del pingüino.

Los motivos que generan esta adhesión son terreno de conjeturas. Hace poco, intercambiando con una militante kirchnerista, ella misma puso sobre la mesa que Cristina apoyó, y apoya, la construcción del vial costero en Vte López. Esta señorita se mostraba a la vez contraria al negociado inmobiliario, pero tenía una foto de CFK en su perfil virtual. Me explicó que "el amor es así, lo perdona todo".

Otra vez, repito, las motivaciones de este fenómeno son conjeturables, sobre todo porque son variadas. En algunos este amor se deberá a una creencia real de mejoría sustancial en el país, otros se verán beneficiados por diversas movidas que aplica este gobierno (asignación "universal", matrimonio igualitario, engranaje de subsidios), algunos incluso creen que este gobierno se le planta a la derecha, pues identifican a esta ideología política con los represores de la última dictadura y con Clarín casi exclusivamente, sin ver la gran mano derechosa que ataca básicamente en la macroeconomía y la cuasi monopolización de los medios de producción de bienes y servicios, incluidos la salud, la educación, el transporte y la seguridad. Como sea, no vengo acá a plantear un debate de visiones macropolíticas, macroeconómicas y macrosociales. En lo que quiero hacer hincapié hoy es en la forma de producción del trabajo político.

El kirchnerismo es un ejémplo más de la forma de hacer política de los grandes aparatos bipartidistas de nuestra Nación. Los militantes kirchneristas no tienen voz ni voto en el discurso o la agenda política de su líder político, se limitan a apoyar y justificar el accionar de la misma ¿Acaso hago un planteo moral sobre esta forma de trabajo? No, repito una vez más que El Popurrí hará siempre el intento de mantener las discuciones en el plano de lo material, sin invocar acá razones de corte moral en tonos de "bien" y "mal".

No creo que este sistema de construcción partidaria sea malo en sí, simplemente quiero remarcar sus limitaciones. Un militante no tiene por qué aportar únicamente al apoyo mediático, a la discución, a la confrontación con las fuerzas opositoras. Esa puede ser, y de hecho suele ser, una de sus tareas. Pero cada militante tiene su propia visión de la realidad, y creo que le aporta mucho a un partido el hecho de que la pueda expresar. No discutir, no permitir el discenso en las bases, es renunciar a nuestra propia personalidad, desechar nuestra subjetividad. ¿Afirmo aquí que todos los que apoyan a Cristina renuncian a su subjetividad? No, de hecho hay muchos que presentan diferencias con la bajada de linea oficialista. Mi crítica no se dirige al militante, mi crítica más bien apunta al sistema de construcción partidario que no toma esas inquietudes de las bases, que no hace eco de las discidencias que surgen entre sus seguidres.

Y esto es claro en el kirchnerismo, algunos pueden negarlo, pero los hechos son fuertes. Hoy en día CFK cuenta con el apoyo de fuerzas muy diversas entre sí, el Sciolismo, Moyano, Sabbatella, Hugo Yasky, Luis D´Elia y hasta recientemente Ménem. Cristina dice tener un proyecto claro de país, un proyecto claro que apoyan todas esas corrientes a veces tan opuestas. ¿Cómo es posible esto? Pues simple, Cristina (y antes Néstor), alternan decisiones que contentan a los distintos sectores. Tiran un poco para acá, un poco para allá, otro poquito para aquel. Espero me sepan disculpar si en ese tipo de accionar yo no logro ver un proyecto claro de país. El kirchnerismo no puede escuchar a sus bases por el simple motivo de que sus bases no tienen un modelo de país común, ni siquiera una serie de medidas macropolíticas común. ¿Acaso Scioli y Sabbatella plantean una sistema de seguridad pública parecido? ¿Moyano y Yasky una construcción gremial similar? ¿Ménem y D´ellia tienen visiones macroeconómicas semejantes? Cristina no tiene, por ende, otra opción que sostener el tipo de construcción centralizada y vertical que ella y Néstor armaron. Sus militantes no pueden entonces más que limitarse a tratar de justificar todas las medidas que ella toma, y así quien simpatiza con el progresismo de Sabbatella termina apoyando, sin quererlo, que Scioli sea nuevamente candidato a gobernador oficialista, quien se entusiasmó con la CTA combativa de los 90 admite el poder inmensurable de Moyano en la CGT, y se resigna a que la CTA siga sin personería, quien no apoya la economía neoliberal de Ménem ve a Boudou como su ministro de economía, y al Carlo negociando su reelección como senador con el gobernador K de La Rioja.

Fenómenos llamativos, los invitamos a sacar sus propias conclusiones. ¡Salud!