martes, 8 de noviembre de 2011

Simbolismo goloso -


Durante años me manejé con ellos bajo el sistema más anárquico y desconsiderado. Los repartía a diestra y siniestra sin ningún tipo de contemplación más que mi propio gusto, es decir, básicamente, ofrecía aquellos que menos me gustaban. De pequeño regalaba los verdes menta, luego los naranjas y amarillos, y más tarde los rojos y azules (si, se que es extraño regalar los rojos y azules).


Sin embargo, todo eso cambió. Descubrí, en el transe de la fila de un Correo Argentino, la analogía sexual implícita en la cándida inocencia de los caramelos Sugus. Ahora que la percibo, me resulta inentendible el hecho de que pasara tanto tiempo desapercibida.

Lo que al principio se me mostró como una idea divertida, fue con el paso de las horas tomando mayor sentido, y terminó de corroborarse al ponerme en contacto con las máximas autoridades nacionales de Arcor.

La cuestión es sencilla, los famosos masticables traen aparejados un sistema de declaración de interés sensual y/o sexual que toma, como referencia, las luces del semáforo.

El verde menta es la señal de avance, que puede ser un guiño de aprobación o bien un llamado de apareamiento, dependiendo claro, del conocimiento o no de la reciprocidad del sentimiento. Este caramelo refrescante, invita al contacto al tiempo que permite sortear incómodas situaciones provocadas por molestas gingivitis o empanadas de carne.

El amarillo, limón, es el caramelo más hijo de puta. Es, por supuesto, menos que todo, pero también más que nada, el famoso limbo de la incertidumbre. Quien lo recibe no sabe si debe acelerar o clavar los frenos. Puede que si acelera llegue a tiempo, o puede que se la ponga de lleno contra un 60 ¿Y si frena? Y si frena, tal vez se pierda la oportunidad de cruzar la línea de gol y abandonar la masturbación patética del amorío platónico. O quizás si desacelera el amarillo finalmente pase a verde... ¿Cómo saberlo? Por otra parte, quien otorga un sugus amarillo también corre riesgos. La vaguedad de su mensaje, la incapacidad de tomar posición puede provocar que nos roben un beso no deseado, o que claven los frenos cuando la intención era invitar a acelerar. Agrio y de ácido humor es, sin dudas, la opción preferida del histericismo, y puede significar la pérdida de cordura para más de un neurótico.

Llegamos, finalmente, al rojo. Un NO rotundo, pero que desde Arcor se apuran en aclarar que es "con estilo". Un rechazo con gusto a frutilla, como para endulzar la amargura del desamor.

Es alarmante pensar cuántas veces habremos desestimado el profundo significado simbólico de nuestro reparto indiscriminado de sugus... Sin embargo, como decía Nietzsche, arrepentirse es tan estúpido como morder una piedra, y es por eso que no nos queda más que mirar hacia adelante.

Vale la pena, ya que estamos, desmentir un par de teorías que podrían haber sido implantadas por la competencia de la prestigiosa empresa de Arroyito, Córdoba.

En muchos portales de internet se puede leer, con el énfasis exagerado de quien sabe estar mintiendo, que el caramelo naranja representa un cruce entre el rojo y el amarillo, y que claramente habría heredado la inexactitud de su ascendente limonero. En los mismos sitios web se dice que el verde clarito es el famoso "te quiero... como amigo", una suerte de rojo que por vergüenza se vistió de verde esperanza, una patada en el culo con olor a manzana.

Sin embargo, Arcor se ha encargado de desmentir estos rumores aseverando que tanto el naranja, como el manzana y el ananá, son "caramelos sin contenido simbólico", cuyo sentido es permitir que los consumidores puedan compartir caramelos con sus familias sin tener que analizar fenómenos como los de Edipo o Electra, ni tener que sentirse incestuosos.

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