martes, 19 de julio de 2011

La Casa Blanca enemiga de los pueblos latinos


     "¡Allende no se rinde!", dicen que lo escucharon gritar segundos antes de morir en la Casa de la Moneda chilena, aquel 11 de septiembre de 1973. La Fuerza Aérea había bombardeado la casa de gobierno durante gran parte de la mañana, con el apoyo terrestre del Ejército (comandado por el luego dictador Pinochet), y el aval absoluto de la Marina, principal fuerza golpista, que cercaba Valparaíso. Casi el total de las FFAA chilenas se complotó para derrocar al Presidente, democráticamente electo, Salvador Allende. Solamente un importante sector de los detectives carabineros se mantuvo fiel a su mandato: defender al gobierno democrático.

     Podría pensarse que este fue un problema netamente chileno, podría pensarse si no se quisiera o pudiera conocer la verdad. La intervención de Estados Unidos en el conflicto interno de nuestro país vecino es evidente e irrefutable. Los mismos norteamericanos, atados por ciertas pautas de su democracia interna, han exigido a la CIA que devele documentos de aquellos años. Estos memos, faxes y demás, aún con sus correspondientes tachaduras, no dejan lugar a duda sobre la fuerte intervención norteamericana en la política interna de Chile. Richard Nixon y su asesor Henry Kissinger dedicaron gran parte de su tiempo en la Casa Blanca a contrarrestar el avance del socialismo democrático intentando en Chile.

     En nombre de la "seguridad nacional", y a través de "acciones encubiertas", la Casa Blanca buscó primero prevenir el triunfo de Allende, después evitar que asuma, y luego desestabilizar el país, crear caos para justificar y co-dirigir un golpe de Estado, que devino en una dictadura sangrienta que formó parte de la Operación Cóndor. La evidencia de estos hechos es cabal. Que hoy sean desconocidos por la inmensa mayoría del pueblo latinoamericano, que no se enseñe en las escuelas, es simplemente un triunfo (momentáneo, espero) del imperio que busca imponer ingenuidad y derrotismo en sus explotados.

     "Estamos haciendo nuestro mayor esfuerzo encubierto para reducir la chance de que Chile sea el primer país americano en elegir como Presidente a un marxista declarado", reza un memorando de máximo secreto enviado por el Secretario de Estados Dean Rusk a la Casa Blanca el 14 de agosto de 1964 (Johson era el presidente de USA en ese momento, elegido luego del asesinato de JFK). Por esos años la CIA, entre otras maniobras, entregó al menos tres millones de dólares (en 1964 el dólar valía más que ahora), para financiar la campaña de Frei Montalva, candidato del Partido Demócrata Cristiano, opositor a Allende. "El candidato Frei no fue informado de esta asistencia", reza el informe norteamericano presentado por el Comité Church en 1975.

     Frei ganó las elecciones de 1964 y los norteamericanos respiraron un poco más tranquilos. En el contexto mundial de la Guerra Fría, y con la Revolución Cubana latente, la Casa Blanca entendía que era imperioso evitar que un marxista declarado como Allende ganara las elecciones. Vale aclarar, llegado a este punto, que Chile nunca estuvo interesado en ser financiado por la Unión Soviética, y que ésta tampoco quiso financiarla porque Cuba ya le representaba un importante gasto. Y también, que a pesar de la muy buena relación que Allende pudo entablar con el Che, y principalmente con Fidel, nunca se vio seducido por la confrontación armada. Salvador confió, hasta último momento, en la lealtad de su pueblo para con las instituciones democráticas. Tanto así que en la mañana de su último día llamó a Pinochet para pedirle su apoyo, no creyéndolo jamás capaz de traicionar su mandato.

     Volvamos sin embargo a 1964. Allende perdió pero siguió adelante con su lucha por unificar a la izquierda chilena (algo tal vez más difícil que pelar un pirulín en la playa sin que se llene de arena). Fue avanzando en su proeza. Médico, campeón nacional de natación y decatlón durante su juventud, dirigente político desde su época de estudiante modelo, este tipo sabía conseguir lo que quería.

     Llegaron las elecciones presidenciales de 1970 con un Allende muy motivado. El trabajo de su campaña, dicen, fue impresionante "No importaba la hora en que se acostaba, siempre se levantaba de madrugada y empezaba a trabajar como si ése fuera su último día. En sus campañas electorales no hubo nadie capaz de aguantarle el tren de trabajo", recuerda el periodista chileno Carlos Jorquera. Chile era una explosión política, las elecciones eran el tema de debate en cada esquina. Y la izquierda venía bien, representada más cabalmente en Salvador Allende y su partido, la Unidad Popular. La UP tenía muchas chances de ganar.

     La Casa Blanca estaba muy al tanto de este panorama, tenía varios cables de comunicación. Entre ellos el embajador de USA en Chile, E.Korry, quien consideraba que "un gobierno de Allende sería peor que un gobierno de Castro". Peor porque alcanzar triunfos sociales de forma democrática podía motivar al resto de América Latina, y escupirle así el jardín trasero a Norte América.

     Con este tipo de razonamientos se entiende que la Casa Blanca haya constituido el turbio Comité 40, presidido de forma clandestina por Kissinger. Su principal objetivo era impedir el triunfo de Allende, y para ello planearon polarizar la sociedad creando la conciencia de que el caos sería resultado de un triunfo de la izquierda "roja". Con este fin se publicitaban imágenes con tanques del ejército de la Unión Soviética desembarcando en Chile, situaciones totalmente alejadas del objetivo del candidato presidencial de la UP.

     No alcanzaron los esfuerzos norteamericanos. El 4 de septiembre de 1970 la izquierda ganó las elecciones presidenciales con una mayoría relativa del 36.3 por ciento de los votos. Kissinger cuenta en su biografía que él le dio personalmente la noticia al presidente de los EEUU. "Mierda" (¡Shit!), fue el grito de Nixon, "estaba fuera de sí", recuerda.

     El Mercurio fue el diario chileno que con mayor fidelidad jugó para la CIA durante todos esos años. Recibió dinero de manera constante durante la campaña y posterior presidencia de Allende. Agustín Edward, propietario por ese entonces del periódico, se reunió con Nixon el 15 de septiembre de 1970, once días después del triunfo allendista. Kissinger asegura que fue el empresario chileno quien le "calentó" el ánimo a Nixon, y que su exacerbado testimonio llevo al presidente norteamericano a decidir "engañar a la burocracia", es decir, trabajar de forma clandestina.

    Esa misma noche se reunieron los altos mandos de esta acción clandestina. Richard Helms, por ese entonces director de la CIA, anotó de forma concisa las directrices secretas de Nixon. Entre ellas figuran "Elaborar un plan estratégico de supuestos variables en 48 horas" y "Hacer aullar de dolor a la economía (chilena)" .

    Según el informe Church, Nixon le informó al director de la CIA que un gobierno allendista no era aceptable e "instruyó a la CIA para que jugara un rol directo en organizar un golpe de Estado en Chile para evitar que Allende accediera a la presidencia", y aclaró que podían hacer uso de cualquier alternativa, "con la sola salvedad de una acción del tipo República Dominicana". Es decir, debían hacer todo lo posible salvo invadir Chile con los marines. Unos demócratas totales. A continuación un párrafo textual de télex que la oficina central de la CIA envió a su cede en Santiago de Chile el 16 de octubre de 1970, un mes más tarde de las elecciones que ganara Salvador Allende:

    "La política firme y continuada es que Allende sea derrocado por un golpe. Sería muy preferible que eso ocurra antes del 24 de octubre, pero los esfuerzos en ese sentido proseguirán vigorosamente después de esa fecha. Tenemos que seguir generando una presión máxima hacia este fin, utilizando todos los recursos adecuados. Es imperativo que estas acciones se realicen clandestinamente y en condiciones de seguridad para que el Gobierno de EEUU y la mano americana permanezcan bien ocultos." Creo que ya queda claro el punto.

      Por entonces el jefe de las FFAA chilenas era el general Schneider, quien habría de ser asesinado por el delito de ser fiel a la democracia.  Como el comandante en jefe era contrario a la intervención militar en el ámbito político, la CIA, articulando con sectores golpistas de Chile, decidió eliminarlo. La familia Schneider ha iniciado en el 2001 una demanda contra Henry Kissinger y el ex director de la CIA Richard Helms. (1) "El país comprende que él pagó con su vida su decisión inquebrantable de conservar una tradición de las FFAA de nuestra patria, de velar por la soberanía nacional, y de mantenerse leales a la Constitución, a las leyes y al régimen democrático", con esas palabras, Allende dejaba en claro que las intenciones de aquel crimen no le eran desconocidas.

      Ese fue el primer asesinato que la CIA realizó en pos de debilitar el Gobierno allendista. A partir de entonces, fueron incesantes las acciones de desestabilización llevadas a cabo por el gobierno de los Estados Unidos. Se pasó cifras millonarias a los medios de comunicación, radios, canales de TV, diarios, apoyo a sectores militares golpistas, apoyo a sectores sociales opositores, falsa propaganda que buscaba polarizar la sociedad, aprietes económicos, hasta financiación de huelgas de sectores opositores como el de los transportistas (dueños de los transportes).

     Los archivos desclasificados revelan que Nixon dijo a su gabinete que había decidido "hacer todo lo posible para dañar a Allende y hacerlo caer". Y para cerrar esta obviedad dejo un memo del 17/11/70, destinado a Nixon y firmado por el mismísimo Kissinger, que constituía el esbozo de las medidas a llevar acabo durante los años por venir:

"1-  Acción política para dividir y debilitar la coalición de Allende.
 2-  Mantener y ampliar los contactos con militares chilenos.
 3-  Ofrecer apoyo a grupos y partidos políticos opositores no marxistas.
 4-  Ayudar a ciertos periódicos y utilizar otros medios de comunicación en Chile que puedan criticar al gobierno de Allende.
 5-  Utilizar medios de comunicación seleccionados (en América Latina, Europa y otras partes) para destacar la subversión del proceso democrático de parte de Allende y la intervención de Cuba y la Unión Soviética en Chile."

Vale aclarar, nuevamente, que este 5to punto era una absoluta falsedad.


     A demás de esto, la CIA apoyó económicamente a las guerrillas de ultra derecha que buscaban desestabilizar el país de Allende. Una de ellas era el Movimiento Nacionalista Patria y Libertad, cuyo máximo referente fue el abogado Pablo Rodriguez, quien en los 90 fue defensor de Pinochet y hoy es decano de la Facultad de Derecho de la Universidad del Desarrollo, en Santiago de Chile.  El segundo en jefe de este movimiento, Roberto Thieme (luego esposo de una de las hijas de Pinochet), dijo a mediados del '73: "Los partidos políticos se han mostrado incapaces de contener el avance marxista. Ya no sirven de nada los discursos, las quejas y las acusaciones. El diagnóstico de la situación está hecho. La libertad se defiende con acciones y no con palabras. Ha llegado la hora de empuñar el fusil para defender la patria y si el precio de la liberación es la guerra civil, tendremos que pagarlo". Durante ese año se registraba un ataque terrorista cada diez minutos.

     A todo este ataque, encubiertamente apoyado y en parte dirigido por EEUU, Allende respondió de una manera peculiar. Cuando una gran porción de l@s trabajadores y trabajadoras y l@s estudiantes organizados en apoyo del Presidente le pedían armamento e instrucción de milicias para defender el gobierno democrático contra el inminente ataque golpista, Allende se negó sistemáticamente a formar las milicias civiles que lo defendieran. Tal vez, como dicen algunos, fue demasiado inocente, tal vez, como me gusta pensar, fue lo suficientemente inteligente como para saber que sólo con la fidelidad militar su sueño de una democracia socialista era factible. Con su pasividad buscaba, pienso yo, demostrar donde se encontraban realmente aquellos que eran capaces de todo con tal de recuperar los privilegios perdidos.

     Lo cierto es que las FFAA chilenas buscaron en vano, durante meses, armas en las fábricas bajo control obrero. Hoy es fácil notar que lo hacían con la esperanza de tener un motivo para realizar el golpe. Allende confió, hasta la mañana de su último día, en sus generales, creyó que su confianza plena, el hecho de dejar en sus manos el monopolio absoluto de las armas, sería suficiente para mantener su fidelidad. Se equivocó y lo pagó con la muerte.

     Para terminar, voy a transcribir parte de los dos últimos mensajes que Salvador Allende decidió enviar por radio a sus compatriotas.

1- "En estos momentos pasan los aviones. Es posible que nos acribillen. Pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con nuestro ejemplo, que en este país hay hombres que saben cumplir con la obligación que tienen. Yo lo haré por mandato del pueblo y por mandato consciente de un presidente que tiene la dignidad del cargo entregado por su pueblo en elecciones libres y democráticas. En nombre de los más sagrados intereses del pueblo, en nombre de la Patria, los llamo a ustedes para decirles que tengan fe. La Historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. Esta es una etapa que será superada. Este es un momento duro y difícil: es posible que nos aplasten. Pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza para la conquista de una vida mejor. Pagaré con mi vida la defensa de los principios que son caros a esta Patria. Caerá un baldón sobre aquellos que han vulnerado sus compromisos, faltando a su palabra, roto la doctrina de la Fuerzas Armadas. El pueblo debe estar alerta y vigilante. No debe dejarse provocar, ni debe dejarse masacrar, pero también debe defender sus conquistas. Debe defender el derecho a construir con su esfuerzo una vida digna y mejor"

2 - "Me dirijo a ustedes, sobre todo a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios clasistas que defendieron también las ventajas de una sociedad capitalista. Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo los oleoductos y los gasoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La Historia los juzgará. Seguramente radio «Magallanes» será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria. El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse. Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!"

     Estas fueron sus últimas palabras a la gran audiencia, pero su último grito fue, y sigue siendo, el que empezó esta nota: "Allende no se rinde". Nosotros tampoco.



(1) Nótese el detalle, la demanda se presentó dos días antes del 11 de Septiembre del 2001, día recordado por la caída de las Torres Gemelas, y fecha en la que se cumplían 28 años de la muerte de Salvador Allende.

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