miércoles, 19 de octubre de 2011

♪ El que no salta es metafísico, el que no salta es metafísico ♫



     Éramos como cien en clase. El profesor nos desafiaba a pensar que toda nuestra realidad era un sueño. Estábamos leyendo a Descartes y su teoría de la duda. El profe insistía, pesado, en que lo único que realmente podíamos experimentar como cierto era nuestra existencia. En un momento álgido de su exposición, el tipo nos mira y pregunta: "¿Cómo pueden saber si están despiertos o en un sueño?" Yo levanté la mano con una cara de aburrimiento supremo, porque me parecía una pelotudez la clase, al fin y al cabo ¿Qué mierda tenía eso que ver con derecho?

     El tipo me miró sorprendido, se notaba que lo había sacado del libreto. Me miró y con un cabeceo me dio pie para hablar. "Es fácil, me hecho un meo, si estoy durmiendo me voy a despertar mojado", le dije.

     Bastantes de los compañeros se cagaron de risa, lo cual me sorprendió y me puso un poco incómodo, porque yo no pretendía hacer un chiste. El tipo murmuró algo y me preguntó "¿Pero cómo? No entiendo lo que quiere decir". Yo, un poco intimidado, le dije que no importaba, que era un chiste, y me hice el pelotudo.

     Lo cierto es que mi planteo iba en serio. Lo que pretendía decir era: ¿Qué mierda nos importa si la vida es un sueño o es real? ¿Nos importa?

     Lo mismo me pasó hoy leyendo un libro que publicó hace poco un amigo. En un diálogo del libro se planteaba la cuestión sobre la finitud o infinitud del universo y me brotó nuevamente esta vieja idea ¿Cómo puede ser que tantas personas se hayan pasado horas debatiendo si el universo era finito o infinito? ¿Por qué estúpida razón todavía hoy hay quienes se pasan horas discutiendo sobre la existencia o no de Dios?

     (Dejando afuera la ya cansada necesidad de pensar que nuestros yoes sigan después de muertos) Creo que hay dos estímulos posibles. Por un lado, pensar que las respuestas a ese tipo de preguntas pueden cambiar nuestras motivaciones, nuestros gustos, nuestras elecciones. Por el otro, dedicar la vida a tratar de responder esas preguntas hasta ahora irresueltas. Ambas posiciones me resultan de una cobardía absoluta.

     La primera, en tanto y en cuanto somete la propia voluntad a una existencia ajena. Es decir, supongamos que existe un Dios, entonces sometemos nuestro querer al querer de este, porque si no ¿Qué sentido tiene ese Dios? La cobardía aquí es evidente y palpable, a demás de que ese discurso puede tener un corte claramente dictatorial, siempre que pensemos que los demás también tienen que someterse a aquello ante lo que nosotros nos sometemos. Este es el discurso moral fundamentando en un bien y un mal abstractos.

     La segunda me parece un mero miedo a la muerte. Es decir, uno dedica su vida a responder preguntas imposibles de responder con la esperanza de encontrar respuestas que sigan vivas aún cuando uno muera. Porque, seamos honestos, ¿qué otra motivación puede tener quien se dedica a verificar si el cosmos es eterno o no, o si la vida es un sueño o es real? Tal vez vender libros... digamos que esa opción también puede estar.

     Sea como fuera, creo que en realidad el proceso es al revés, y esas dos explicaciones que acabo de exponer están mal enfocadas. Si, me gusta hinchar las pelotas y contradecirme en el mismo escrito.

     Es que lo más habitual es que uno se plantee esos cuestionamientos de forma esporádica, no todo el tiempo. Cada tanto, en un día nublado sin lluvia, cuando ha pasado algún tiempo desde la última travesía sexual, seguramente mediocre, con la panza un poco vacía, o demasiado llena, uno se pone a pensar pelotudeces metafísicas. En el fondo, creo, se buscan respuestas abstractas a fenómenos fisiológicos. Probablemente lo que pasa es que dormimos poco, o que dormimos mucho, o que estamos aburridos o faltos de ejercicio. Pero la primer respuesta que viene a la cabeza es un acto reflejo. Pensamos que estamos mal porque la vida no tiene sentido (?), o que estamos mal porque estamos alejados de Dios (?!), o que estamos mal por la insignificancia del ser humano (?!!), o que estamos mal porque nuestro amor no es correspondido (?!!!!)... Mil respuestas metafísicas y/o racionales para responder a una realidad latente: la estamos pasando mal.

     La respuesta más honesta, más brutalmente sabia, me parece nos la dan, como casi siempre, los nenes y las nenas. Ellos, si la están pasando mal, tiene una respuesta instintiva vacía de explicaciones racionales: o lloran o intentan pasarla bien.

     Dicho así sueltito puede hasta sonar mediocre, superficial y hedonista. Tiene un poco de todo eso, seguro. Como también tiene de ambicioso, de profundo y de mesurado. Pasarla bien no tiene porque ser un pensamiento básico de perro al palo, puede implicar un montón de placeres profundos, incluido el placer de llorar con ganas y no reprimirnos. Vivir con intensidad, aún en la monotonía. Si, ahora parece que me puse a decir huevadas que suenan rico y nada más. Fijate, que se yo, por ahí si, me chupa un huevo, no me quiero poner metafísico.

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